domingo, 22 de abril de 2012

LOS EUDISTAS





Después de la muerte de san Juan Eudes, la Congregación continuó su desarrollo. En vísperas de la Revolución Francesa, los Eudistas dirigían quince seminarios junto con algunos colegios y parroquias.
La Revolución, en 1792, cerró las casas y disper-só a los padres. Cuatro de ellos, encabezados por el padre Francisco Luis Hébert, coadjutor del supe¬rior general, fueron martirizados en París. La Igle¬sia los beatificó en 1926.
La Congregación se reconstruyó tardíamente (1826) y con dificultad, alrededor de uno de sus antiguos miembros, el padre Pedro Blanchard. Los Eudistas se dedicaron principalmente a la tarea, entonces urgente, de la educación cristiana en los colegios. A partir de 1883, la fundación de varios seminarios en Colombia les permitió reanudar la obra tradicional de la comunidad. En 1890 se esta-blecían en el Canadá.
En 1984, la Congregación se encuentra en ocho países y cuenta con cuatro provincias: la provincia de Francia (Francia, Costa de Marfil, Benin); la provincia de Colombia (Colombia, Ecuador y Re-pública Dominicana); la provincia de América del Norte (Canadá y Estados Unidos) y la provincia de Venezuela.
Los Eudistas, obreros de la evangelización, trabajan por la renovación de la fe en el Pueblo de Dios. Preocupados porque la Iglesia tenga siempre buenos pastores, colaboran, según sus posibilidades y el llamamiento de los obispos, en suscitar vocaciones, en la formación y en el servicio a los presbíteros y demás ministros.
Los Eudistas quieren continuar y completar en sí mismos la vida de Jesús y, con san Juan Eudes, reconocen como fundamentos de la Congregación:
·         la gracia divina, de la cual deben estar colmados para comunicarla a los demás.
·         la voluntad divina, para ser, como Jesús, sus servidores en toda su vida.
·         la cruz de Jesús, que toman sobre sí, renunciando a sí mismos, para caminar en pos del Señor.
·         Finalmente, un amor profundo, ardiente y personal a Jesús y María, a quienes la Congregación pertenece como su familia.


Fieles a su fundador, los Eudistas rinden homenaje de adoración al Corazón amantísimo de Jesús que revela a los hombres el amor de Dios.

Bajo la acción del Espíritu, aprenden del Hijo a amar al Padre y amarse los unos a los otros.

Honran el Corazón de María, unido inseparablemente al de Jesús y modelo de esta unión. A ejemplo de san Juan Eudes, los Eudistas no quieren tener otro espíritu que el espíritu de Jesús, sumo Sacerdote, adorador del Padre, salvador de los hombres, cabeza de la Iglesia que es su cuerpo y del cual son miembros.

La Congregación quiere que sus miembros, realizando su apostolado, se encaminen hacia la santidad a la que están llamados por la gracia de su bautismo y de su ordenación.

Ella les ofrece la vida de hermanos, llevada en común, que se nutre en la Eucaristía, la Palabra de Dios y la oración. También les brinda, junto con todas las riquezas de la tradición de la Iglesia, su propio patrimonio, de manera especial la doctrina y el ejemplo del fundador y de sus discípulos


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